Me llamo Alma. Sé que no os dice nada, me doy cuenta.
Pero es la única certeza que tengo. Lo único que de verdad me importa. Mi nombre, mi alma.
¿De qué color es?
Negra.
Como la Ciudad donde vivo y el aire que respiro.
Qué veloz es el paso de la luz a la oscuridad, de la convicción a la duda. Como un pestañeo, como un sueño del que despiertas para descubrir que nada es como antes. ¿Que por qué os cuento todo esto? Para alertaros de que las cosas no ocurren por casualidad y de que la vida está plagada de señales que no se deben ignorar. Incluso la mínima desatención pasa factura, siempre. Por eso os contaré mi historia, si queréis leerla.
Pero os advierto desde ahora: nada es una fábula.
Pero es la única certeza que tengo. Lo único que de verdad me importa. Mi nombre, mi alma.
¿De qué color es?
Negra.
Como la Ciudad donde vivo y el aire que respiro.
Qué veloz es el paso de la luz a la oscuridad, de la convicción a la duda. Como un pestañeo, como un sueño del que despiertas para descubrir que nada es como antes. ¿Que por qué os cuento todo esto? Para alertaros de que las cosas no ocurren por casualidad y de que la vida está plagada de señales que no se deben ignorar. Incluso la mínima desatención pasa factura, siempre. Por eso os contaré mi historia, si queréis leerla.
Pero os advierto desde ahora: nada es una fábula.
Alma tiene diecisiete años y un extraño don: todo lo que escribe en su cuaderno violeta se convierte en realidad.
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