Estaba de pie en medio de la calzada, por extraño que parezca no veía a nadie en New York caminando en 30 años que llevaba aquí.
Empezó a llover y la gotas borraron todas las promesas, todas las mentiras y todas las falsedades que me envolvian en una telaraña multicolor.
Suspiré. Estaba en el parque Saratoga y mi casa se encontraba en la calle Jefferson Ave, solo a dos manzanas.
Derepente lo sentí, sabía que estabas allí en el viejo banco como cuando eramos jóvenes y quedabamos a escondidas.
Pero la soledad me volvío a embargar.
Caminé a casa con la vista en el suelo y el alma en ese banco.
No me esperaba a ese camión, el impacto fue brutal.
Solo recuerdo un golpe seco y la sensación de ser arrastrada salvajemente.
Cuando recuperé la conciencia, lo primero que vi, sabes que fue.
Si, nuestro banco allí tan resplandeciente.
Vi una persona que me hablaba pero mi vista solo enfocaba nuestro banco todo lo demas era un juego de luces y colores.
Sentí una brisa marina en el rostro que me revolvió el cabello.
Y tomé mi desición, con 73 años, desde 1937 ya era bastante vida recorrida.
Y morí. Vendí mi alma al diablo por recuperar mí viejo banco.
Y aquí estoy sentada para toda la eternidad, escribiendo esta carta, que para cuando leas yo ya no estaré aquí sentada, y la eternidad es muy larga.
E*
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