Llevaba una semana yendo a trabajar a esa maloliente gasolinera, pero si quería mi tan preciado pircing tendría que ir.
El horario era de 13:00 a 17:00.Era domingo asique cuando terminara el turno Walter mi jefe me daría el salario de 50 euros.
El pircing costaba 30, con lo que me sobraba 10 míseros euros tendría para comer en el instituto, no pensaba trabajar más en esa gasolinera.
De camino a casa empezó a llover, al principio era una llovizna pero luego paso a un diluvio.
No me importó mucho la verdad, mi pelo rubio cobrizo de por si no tendía a encresparse con casi nada, y mi anorak era impermeable.
Al pesar cerca de un charco vi mi reflejo, dios era horrible, mis ojeras apuntaban a noches enteras sin dormir, mis ojos grises mostraban esa pena que nunca parecía desaparecer a pesar de los años.
De repente un coche paso y me empapó, exasperada crucé la calle a todo correr, al otro lado había un hombre que iba a paso acelerado, antes de que desapareciera en la próxima esquina le pregunte la hora.
Eran las cinco y cuarto, la hermana Elodi se iba a preocupar.
Sí, mi orfanato estaba al cuidado de unas monjas bastante caladas a la antigua la verdad, pero no me importaba. Para tener 16 años y unas largas vacaciones de invierno por delante no me importaba no salir mucho, ni tener novio. Ya no era la misma Layla. Antes de encaminarme por mi habitual atajo entré en la tienda de tatuajes y pircings. El dependiente estaba secando el suelo mojado por las múltiples gotas de agua.
Carraspeé.
Me miró un segundo y sin pronunciar palabra señaló un cartel pegado en la puerta.
Me disculpé con una sonrisilla tímida y salí apenada, tendría que esperar a mañana o pasado para tener mi preciado trozo de metal.
Cuando llegue la hermana Elodi estaba esperándome como predije. Le dije que no pasaba nada que se me había ido el tiempo.
Bufó mientras me miraba como una madre miraría a su hija descubriendo las marcas en su cuerpo de su novio. Pero ese no era mi caso pero Elodi era muy santita para saber que hacen ahora las parejas.
Cerré los ojos un segundo y ordene mis ideas. Mañana era Lunes asique tendría mates, sociales, tutoría e inglés.
Subí los peldaños de dos en dos y rebusqué los libros en mi habitación. No tenía ni deberes ni exámenes, solo quedaban 5 días de clase.
Encendí mi portátil y miré el correo, solo había publicidad y más publicidad.
Me conecté al Messenger, al fin algo que de verdad me interesaba al ver a Taylor conectada. La verdad es que nuestro comienzo no fue nada espectacular, yo me tropecé con el cordón de mis zapatos, manchando de barro mi deslumbrante traje blanco de cuento de hadas.
Taylor tan amable como siempre desde que la conozco me ayudo a levantarme y a limpiar mi destrozado traje.
Aun recuerdo su sonrisa y su melódica voz al decirme, ¿estás bien? Y mi sonrojo al decir que sí.
Estuvimos hablando hasta tarde de las cosas que hicimos el fin de semana, me conto que había ido con su rollo Steven de picnic y que una cosa a la otra lo habían terminado haciendo allí.
Me despedí de súbito y apague el ordenador. Mis manos estaban sudorosas y temblaban, me levante a beber un vaso de agua y las piernas me fallaron teniendo que agarrarme a la cama. Me recosté y intente controlar los latidos de mi corazón, últimamente el recuerdo surgía con mayor avidez. Y cada vez recordaba cosas que antes ignoraba. Recuerdo ver sus cabezas sobre mí mientras hablaban entre susurros y uno de ellos me miraba, luego solo sangre.
Últimamente todos los de mí alrededor se abandonaban a sus hormonas y el deseo de placer. Mientras yo, sonreía y me hacia la tímida, cuando mi interior burbujeaba de impotencia y rabia.
La verdad es que me habían interesado chicos pero nunca me había llegado a enamorar y menos me había atrevido a salir con alguien de nuevo.
Cuando la peor parte hubo pasado me levanté, recogí la habitación y me fui a cenar a las 10 como era costumbre allí.
La comida no era nada fuera de lo común, leche con cereales. Las demás chicas no se acercaban mucho a mí y por lo general estaba yo sola en la mesa.
Una vez hube terminado me duche, cepille los dientes, peine mi pelo y me acosté a dormir. Me era imposible dormir hacia 4 o 5 noches pero no sé cómo esta caí rendida en la cama.
En mis odios sonaba My heart - Paramore.
El horario era de 13:00 a 17:00.Era domingo asique cuando terminara el turno Walter mi jefe me daría el salario de 50 euros.
El pircing costaba 30, con lo que me sobraba 10 míseros euros tendría para comer en el instituto, no pensaba trabajar más en esa gasolinera.
De camino a casa empezó a llover, al principio era una llovizna pero luego paso a un diluvio.
No me importó mucho la verdad, mi pelo rubio cobrizo de por si no tendía a encresparse con casi nada, y mi anorak era impermeable.
Al pesar cerca de un charco vi mi reflejo, dios era horrible, mis ojeras apuntaban a noches enteras sin dormir, mis ojos grises mostraban esa pena que nunca parecía desaparecer a pesar de los años.
De repente un coche paso y me empapó, exasperada crucé la calle a todo correr, al otro lado había un hombre que iba a paso acelerado, antes de que desapareciera en la próxima esquina le pregunte la hora.
Eran las cinco y cuarto, la hermana Elodi se iba a preocupar.
Sí, mi orfanato estaba al cuidado de unas monjas bastante caladas a la antigua la verdad, pero no me importaba. Para tener 16 años y unas largas vacaciones de invierno por delante no me importaba no salir mucho, ni tener novio. Ya no era la misma Layla. Antes de encaminarme por mi habitual atajo entré en la tienda de tatuajes y pircings. El dependiente estaba secando el suelo mojado por las múltiples gotas de agua.
Carraspeé.
Me miró un segundo y sin pronunciar palabra señaló un cartel pegado en la puerta
Me disculpé con una sonrisilla tímida y salí apenada, tendría que esperar a mañana o pasado para tener mi preciado trozo de metal.
Cuando llegue la hermana Elodi estaba esperándome como predije. Le dije que no pasaba nada que se me había ido el tiempo.
Bufó mientras me miraba como una madre miraría a su hija descubriendo las marcas en su cuerpo de su novio. Pero ese no era mi caso pero Elodi era muy santita para saber que hacen ahora las parejas.
Cerré los ojos un segundo y ordene mis ideas. Mañana era Lunes asique tendría mates, sociales, tutoría e inglés.
Subí los peldaños de dos en dos y rebusqué los libros en mi habitación. No tenía ni deberes ni exámenes, solo quedaban 5 días de clase.
Encendí mi portátil y miré el correo, solo había publicidad y más publicidad.
Me conecté al Messenger, al fin algo que de verdad me interesaba al ver a Taylor conectada. La verdad es que nuestro comienzo no fue nada espectacular, yo me tropecé con el cordón de mis zapatos, manchando de barro mi deslumbrante traje blanco de cuento de hadas.
Taylor tan amable como siempre desde que la conozco me ayudo a levantarme y a limpiar mi destrozado traje.
Aun recuerdo su sonrisa y su melódica voz al decirme, ¿estás bien? Y mi sonrojo al decir que sí.
Estuvimos hablando hasta tarde de las cosas que hicimos el fin de semana, me conto que había ido con su rollo Steven de picnic y que una cosa a la otra lo habían terminado haciendo allí.
Me despedí de súbito y apague el ordenador. Mis manos estaban sudorosas y temblaban, me levante a beber un vaso de agua y las piernas me fallaron teniendo que agarrarme a la cama. Me recosté y intente controlar los latidos de mi corazón, últimamente el recuerdo surgía con mayor avidez. Y cada vez recordaba cosas que antes ignoraba. Recuerdo ver sus cabezas sobre mí mientras hablaban entre susurros y uno de ellos me miraba, luego solo sangre.
Últimamente todos los de mí alrededor se abandonaban a sus hormonas y el deseo de placer. Mientras yo, sonreía y me hacia la tímida, cuando mi interior burbujeaba de impotencia y rabia.
La verdad es que me habían interesado chicos pero nunca me había llegado a enamorar y menos me había atrevido a salir con alguien de nuevo.
Cuando la peor parte hubo pasado me levanté, recogí la habitación y me fui a cenar a las 10 como era costumbre allí.
La comida no era nada fuera de lo común, leche con cereales. Las demás chicas no se acercaban mucho a mí y por lo general estaba yo sola en la mesa.
Una vez hube terminado me duche, cepille los dientes, peine mi pelo y me acosté a dormir. Me era imposible dormir hacia 4 o 5 noches pero no sé cómo esta caí rendida en la cama.
En mis odios sonaba My heart - Paramore.
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