Siempre llegaba tarde. Nuestra primera cita. Nuestra segunda cita. A mi fiesta de cumpleaños. A su fiesta “sorpresa” de cumpleaños. Al examen final. A nuestra última cena antes de que me fuera de viaje. Incluso al médico. Cuando quedaba con sus amigos. Cuando avisaba a su madre de que iba a ir a comer. Cuando le decía, llámame.
Llego tarde incluso el día que le dije que teníamos que hablar. Tardo una hora en llegar, pero no había nadie. Hacia una hora que me había marchado con las palabras enterradas en mi garganta. Como siempre solía decir mi abuela, ahí momentos y momentos.
Pero creo que él nunca llego a captar la diferencia. No niego que estoy enamorada de su media sonrisa, de sus pelos despeinados, de su despreocupación. Aun así, no soy capaz de mirar atrás mientras voy camino a mi vuelo, dirección far away.
Seguramente llegará tarde.
Última llamada para los pasajeros.
Llegará tarde.
El sonido de las ruedas de la maleta contra el suelo me irritaba. Era un eco de mis pensamientos: ¡va a llegar tarde!
Llegó nueve minutos tarde. Cincuenta y un minutos más temprano que la última vez, pero tarde aun así.
-Lo siento- dijo recuperando aire.
-Tengo que coger un vuelo, Jared- dije suspirando.
-Solo escúchame cinco minutos, no pido más- me miraba suplicante.
-Si hubieses llegado cinco minutos antes no tendrías que pedirme nada ahora, aunque claro, tú siempre llegas tarde- con mis últimas palabras dichas me giré y me dirigí a mi vuelo.
-Has recordado todas las putas veces que he llegado tarde, pero, ¿no te has acordado de el por qué?-
Le encaré, pero no me dejo hablar.
-En nuestra primera cita llegué tarde porque estaba esperando en la floristería por las rosas que encargué para ti. En nuestra segunda cita llegue tarde porque tuve que buscar otro restaurante donde reservar para dos. A tú fiesta de cumpleaños porque a tu hermano se le cayó la tarta y tuve que ir a comprar otra. En mi fiesta sorpresa de cumpleaños estaba esperando en tú casa para darte una sorpresa a ti. Al examen final llegue tarde buscándote en la entrada. A la última cena juntos antes de que te marcharas manche el traje de barro con las prisas, y no me dejaron entrar, así que tuve que alquilar uno. Cuando voy al médico siempre hay atasco. Cuando quedo con mis amigos olvido el tiempo pensando en ti. Cuando llamaba a mi madre pasaba por el cementerio a visitar la tumba de mi padre. Cuando me decías llámame me quedaba dormido con el teléfono en la mano esperando para llamarte.
Y si llegue tarde hoy es porque estaba comprándote ese disco de música que siempre me dices que quieres, ese perfume que dices que te encanta, esa postal de la playa en la que te gustaría que estuviéramos, ese gorro de lana negro que dices que me queda bien…
Miré su cabeza y llevaba el gorro de lana negro, y en la mano una bolsa dorada.
-Te quiero, ¿vale? Por eso llego tarde, quiero verte sonreír cuando me veas aparecer, que pongas esa cara de niña cuando ves mi nariz roja por el frio y me abraces, que me beses con fuerza en los labios cuando tienes frio, que nos acostemos juntos en la cama con una buena taza de chocolate caliente y una peli.
Lágrimas bajaban por mis mejillas.
-Te odio- susurré.
Una punzada de dolor cruzo su mirada.
-Si eso es lo que sientes…-
-¡No!- dije sobresaltada- no te odio, odio esa parte de mí que solo sabe pensar en lo que yo siento-baje la mirada- es difícil de creer que me quieres cuando soy una caprichosa, mimosa, orgullosa, de vez en cuando engreída, testaruda, infantil y vergonzosa.
Sonrió.
-¿Te quiero por eso?, ¿eso crees?, ¿qué me gustas porque eres simpática?,¿Porque eres soñadora, detallista, agradecida, cariñosa, porque me quieres?- me dedico una de sus medias sonrisas- no Hayley, te quiero por todo lo que eres. No solo lo bueno sino también lo malo.
-¿Pero por qué siempre llegas tarde, no puedes hacer todo lo que haces antes?- dije llorando.
-Es otra de mis perfectas imperfecciones-sonrió secandome las lágrimas con el pulgar- anda toma, se que te encantan las bengalas.
Llego tarde incluso el día que le dije que teníamos que hablar. Tardo una hora en llegar, pero no había nadie. Hacia una hora que me había marchado con las palabras enterradas en mi garganta. Como siempre solía decir mi abuela, ahí momentos y momentos.
Pero creo que él nunca llego a captar la diferencia. No niego que estoy enamorada de su media sonrisa, de sus pelos despeinados, de su despreocupación. Aun así, no soy capaz de mirar atrás mientras voy camino a mi vuelo, dirección far away.
Seguramente llegará tarde.
Última llamada para los pasajeros.
Llegará tarde.
El sonido de las ruedas de la maleta contra el suelo me irritaba. Era un eco de mis pensamientos: ¡va a llegar tarde!
Llegó nueve minutos tarde. Cincuenta y un minutos más temprano que la última vez, pero tarde aun así.
-Lo siento- dijo recuperando aire.
-Tengo que coger un vuelo, Jared- dije suspirando.
-Solo escúchame cinco minutos, no pido más- me miraba suplicante.
-Si hubieses llegado cinco minutos antes no tendrías que pedirme nada ahora, aunque claro, tú siempre llegas tarde- con mis últimas palabras dichas me giré y me dirigí a mi vuelo.
-Has recordado todas las putas veces que he llegado tarde, pero, ¿no te has acordado de el por qué?-
Le encaré, pero no me dejo hablar.
-En nuestra primera cita llegué tarde porque estaba esperando en la floristería por las rosas que encargué para ti. En nuestra segunda cita llegue tarde porque tuve que buscar otro restaurante donde reservar para dos. A tú fiesta de cumpleaños porque a tu hermano se le cayó la tarta y tuve que ir a comprar otra. En mi fiesta sorpresa de cumpleaños estaba esperando en tú casa para darte una sorpresa a ti. Al examen final llegue tarde buscándote en la entrada. A la última cena juntos antes de que te marcharas manche el traje de barro con las prisas, y no me dejaron entrar, así que tuve que alquilar uno. Cuando voy al médico siempre hay atasco. Cuando quedo con mis amigos olvido el tiempo pensando en ti. Cuando llamaba a mi madre pasaba por el cementerio a visitar la tumba de mi padre. Cuando me decías llámame me quedaba dormido con el teléfono en la mano esperando para llamarte.
Y si llegue tarde hoy es porque estaba comprándote ese disco de música que siempre me dices que quieres, ese perfume que dices que te encanta, esa postal de la playa en la que te gustaría que estuviéramos, ese gorro de lana negro que dices que me queda bien…
Miré su cabeza y llevaba el gorro de lana negro, y en la mano una bolsa dorada.
-Te quiero, ¿vale? Por eso llego tarde, quiero verte sonreír cuando me veas aparecer, que pongas esa cara de niña cuando ves mi nariz roja por el frio y me abraces, que me beses con fuerza en los labios cuando tienes frio, que nos acostemos juntos en la cama con una buena taza de chocolate caliente y una peli.
Lágrimas bajaban por mis mejillas.
-Te odio- susurré.
Una punzada de dolor cruzo su mirada.
-Si eso es lo que sientes…-
-¡No!- dije sobresaltada- no te odio, odio esa parte de mí que solo sabe pensar en lo que yo siento-baje la mirada- es difícil de creer que me quieres cuando soy una caprichosa, mimosa, orgullosa, de vez en cuando engreída, testaruda, infantil y vergonzosa.
Sonrió.
-¿Te quiero por eso?, ¿eso crees?, ¿qué me gustas porque eres simpática?,¿Porque eres soñadora, detallista, agradecida, cariñosa, porque me quieres?- me dedico una de sus medias sonrisas- no Hayley, te quiero por todo lo que eres. No solo lo bueno sino también lo malo.
-¿Pero por qué siempre llegas tarde, no puedes hacer todo lo que haces antes?- dije llorando.
-Es otra de mis perfectas imperfecciones-sonrió secandome las lágrimas con el pulgar- anda toma, se que te encantan las bengalas.
Otra vez esa sonrisa de niña.
Perfectas imperfecciones.