domingo, 12 de diciembre de 2010

Jana


Examen de matemáticas. Hasta para alguien como yo a quien le gusta contar catástrofes o desgracias es horrible.
-chsst, Jana.
Miré a mi izquierda.

Thomas Rout me estaba llamando. Es el típico inútil, bronceado y con mucho músculo. En resumen, una presa fácil.
Le di una sonrisa sensual y espere a que dijera algo.
-Léelo- me dio una nota y me devolvió la sonrisa.
El profesor carraspeó al vernos y miré el examen. No había escrito nada, tampoco es que me preocupara solo estaba en esta instituto por diversión.
Abrí la nota esperando no aburrirme.
últimamente me he estado fijando en ti. ¿Vienes a la fiesta de esta noche?”
Alcé una ceja. Últimamente, ese bastardo no me había quitado los ojos de encima desde que llegue a este instituto, es decir dos semanas aproximadamente.
Arrugue la pequeña nota y el timbre sonó. Lentamente recogí mis cosas y salí.
Thomas tenía una estúpida sonrisa en su cara mientras leía mi respuesta escrita en la mesa.
Fácil. Esta noche tenia la cena asegurada.
Os preguntareis, como es que catalogo a la gente de presa fácil.
Eso es igual de fácil, soy un demonio. Necesito alimentarme de carne, no me vale la sangre como un vulgar vampiro.
Como no, soy bastante atractiva, necesito atraer presas y con mi pelo rojizo, mis labios carnosos y cuerpo curvilíneo es tremendamente fácil.

Parece divertido ¿no?. No tienes que hacer nada, en clase, puedes conseguir a cualquiera que te propongas. Pero es todo lo contrario, la gente con los años se pregunta cómo puedes ser igual que cuando tenías 17 y alimentarse se vuelve difícil. Pero el mayor problema no son esas cosas, al lado del verdadero problema eso son nimiedades. El verdadero problema son esos malditos ángeles caídos. Creen que recuperaran sus alas si consiguen atrapar un demonio.
Pero encontrar un demonio no es para nada fácil, no suele haber más de uno en una ciudad en cambio esos malditos ángeles están en todas partes.
Llevó un mes aquí, en Burlington y no he visto rastro de ellos. Al parecer son muy ruidosos. Yo soy todo lo contrario, nunca me han visto.
Con una sonrisa en la cara, me encamine a la salida más próxima, es ultima hora.
Se respiraba el aire de primavera. La salida estaba bordeada por cerezos en flor.
No había nadie en el camino todos esperaban el transporte público, o iban charlando con sus amigos.
Mi pelo ondulado revoloteo delante de mis ojos debido a una brisa. Se olía el mar.
Un sonido como el crepitar de las llamas atrajo mi atención hacia la derecha. Nada. Solo las ramas de un cerezo meciéndose. El sonido volvió a repetirse un poco más lejos. Y lo vi.
Un demonio, joven supuse por sus ojos, eran negros pero todavía se apreciaba el rojo en ellos. Mis ojos eran completamente negros, indicación de que ya tenía experiencia por así decirlo.
Entrecerró los ojos y corrió hacia el bosque. Se largaría a otra ciudad, esta era mía.
Llegué a casa. Estaba situada a unas manzanas del instituto, cerca de una cafetería.
Era un apartamento pequeño, solo un dormitorio, un baño y salón-cocina.
Deje las cosas encima de la barra de la cocina y me fui a dormir, la noche iba a ser larga.

____________
Para cuando llegue a la fiesta eran las once. La entrada estaba abarrotada de gente bailando y bebiendo al mismo tiempo.
Entre tranquilamente y me dirigí hacia Thomas, que estaba en la barra. Me apoyé en su hombro.
- Ey, pensaba que ya no ibas a venir- dijo recorriéndome con la mirada.
- Nunca me pierdo una fiesta- le conteste en el oído.
Lo arrastre a la pista mientras se despedía de sus amigos.
Llevaba unos vaqueros y una camisa oscura, resaltando su pelo rubio y ojos claros.
- Bonito traje- sonrió.
Mi traje negro se me pegaba a la piel resaltando mis curvas, esta noche lo tendría fácil.
Estuvimos toda la noche bebiendo y bailando pero ya era hora, me estaba muriendo de hambre.
- ¿Qué te parece si vamos un momento fuera?- le dije mientras agarraba su pantalón.
- Claro- estaba borracho.
Lo arrastré entre la gente y una vez fuera lo empecé a besar mientras le quitaba la camisa, sus manos no se estaban quietas. Sin que se diera cuenta lo fui llevando al interior de un callejón, una vez alejados le mordí el cuello con todas mis ganas.
Gritó. No duro mucho tiempo se desangró rápido.
En estos momentos podría decirse que no era yo, solo había un demonio a cuatro patas comiéndose a un chico.
Un ruido de asfixia. Me levante y me acerque sigilosamente a la fuente del sonido.
Era el demonio de esta mañana, la única diferencia es que estaba muerto. ¿Quién lo mato?, el puto ángel que estaba a su izquierda. Maravilloso y yo con un cadáver a unos metros, aunque sea ya había saciado mi hambre, era hora de retirarse.
Salí del callejón lentamente, no había nadie en los alrededores, mire por última vez atrás. Mala idea, el ángel se acercaba corriendo.
Mierda, salí disparada hacia delante, era rápido, ya había matado a un demonio si me estaba siguiendo es que había cometido un delito mayor, son pocos los ángeles caídos que necesitan matar a más de un demonio para conseguir sus alas.
Derecha, izquierda. No para de meterte entre callejuelas, pero nunca lo despistaba era muy bueno. A este paso iba a cogerme tenía que enfrentarme a él.
Estábamos en el puerto silenciosamente vacio, era mi oportunidad. Me di la vuelta y lo vi a unos metros de mi, tenía un cuchillo blanco que brillaba en la mano.
Genial un cuchillo bañado en sangre de ángel, en mano de uno con mucha práctica.
- No te basta con un demonio- le grité.
Él simplemente sonrió, estaba muy jodida.
Empezó a rodearme mientras iba cambiando el cuchillo de mano, así iba a ser difícil esquivarle.
Atacó. Una y otra vez mientras le esquivaba, su piel era morena, su pelo color oro al igual que sus ojos. Su cuerpo era musculoso pero sin sobrepasarse, era bastante alto y no paraba de sonreír, me sacaba de quicio.
En uno de sus ataques le cogí el brazo, y tire del hacia atrás hasta dislocarle el hombro, no abrió la boca para gritar pero si dejo de sonreír. Yo en cambio reía, le mordí y dejo caer el cuchillo, tenía la mandíbula muy tensa debido al dolor.
Estábamos jadeando y sudando, en su mirada vi un poco de respeto, seguramente pensaba que era una inepta.
- Asustado ángel-
- Ni por un segundo, demonio- me acorralo contra la pared sin darme tiempo a reaccionar-
- No voy a matarte, es más me pareces muy interesante, ¿Cuánto crees que aguantaras sin comer?- me dijo al odio.
Maldito hijo de puta, iba a matarme de hambre.
Tenía dos meses como mucho para librarme de él o estaba jodida.
- Descuida, estoy a dieta- le sonreí.
- ¿De veras?, que lastima, tendré que quedarme más tiempo contigo-
Me tenia sujetada por los brazos con su cara a escasos centímetros de la mía, sus ojos brillaban.
- Vas a morir-.
- Lo sé- por una vez en mi vida tenia miedo, solo estaba haciendo esto para divertirse, ya tenía sus alas aseguradas hacia tiempo
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