martes, 26 de octubre de 2010



Se quedó mirando al avión pasar, de noche sin las luces artificiales de la ciudad parecía una estrella fugaz, sabía que las estrellas fugaces no cumplen deseos pero aun así algo la insto a pedir uno.
“Qué esto acabé ya, no quiero más muertes”.
Suspiró paulatinamente y se limpió la boca con el dorso de la mano. La tenía llena de sangre y entre sus dientes sentía restos de carne.
Arrastró lo que quedaba del cuerpo al hoyo que le había costado varias horas de sol y lo cubrió en poco tiempo.
Se miró las ropas, las tenía cubiertas de sangre de sus pies descalzos pasando por sus vaqueros hasta su sudadera negra. Tenía un mechón de pelo cubierto de sangre y parte de la cara.
Volvió a paso apresurado, serpenteando entre los senderos hasta llegar a la carretera. Miró de izquierda a derecha y entró en el coche que la esperaba. Dentro un chico de pelo negro y ojos negros la saludó.
-Tardas demasiado-dijo como respuesta.
-Ya lo sé, pero sabes que odio esto, cada vez más-
Arrancó el coche y la miró.
-Con los años se hace más fácil, pero no menos odioso vete acostumbrando-.
Noté la pesadumbre en su mirada, hacía años que él se había rendido.

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