El único miedo que le tengo a la distancia es que parece congelarme el corazón, me sitúa en un estado de letargo donde no soy consciente de que el tiempo pasa, y de que las horas cuentan. Es como si estuviera viendo las cosas desde una pantalla, al mundo es una película y todo esta estipulado, pero no es así. Quizás por eso le tengo miedo, porque me hace olvidar que las cosas no se mantienen solas, que hay que luchar para que sigan como están.
Y que las personas no son los números que nos separan, ni las horas, ni los días, ni los motivos, ni las excusas, ni siquiera los "te echo de menos". Son las mismas personas que cuando estaban a tu lado.
Pero la distancia las hace parecer tan diminutas, como si no estuvieran, a veces parece que nunca han estado.
Por eso me da miedo, porque hace parecer que el corazón no me late y que lo que esta fuera de mi visión ya no es lo que era, o se a transformado en algo que no quiero mirar. Pero debo mirarlo, aunque duela, aunque reabra las heridas, y parta el alma. He de recordarme que a veces, y solo a veces, es bueno dejar de mirar lo que hay enfrente de mí y mirar lo que hay dentro.
Descongelarnos el corazón un poco, que con este frío parece ir más lento, y hacer que sienta. Darle una pequeña descarga, y hacerle saber porque late, y que merece la pena.