Hay quien dice que es por la noche cuando nuestro subconsciente emerge de las profundidades de nuestra mente y rebela lo que nos atormenta el alma. Los hay que dicen que es en esos minutos antes de caer rendidos ante el cansancio donde salen a flote y se cuelan en nuestros sueños, dejándonos un sabor de boca amargo. Y, finalmente, los hay que dicen que surgen al despertar, que tras nuestro subconsciente auto apalearse se decide a dejar de castigarse y nos mortifica a nosotros un rato, por puro egoísmo.
Pero, yo creo que no, creo que se mezcla todo, que deciden aparecer a la vez y a la misma hora, como dos amantes que se piensan. Primer rueda en la mente como una melodía que tarareas, pero no ubicas, siempre sonando, pero sin ser nombrada. Después eres más consciente de ella, te percatas de lo que estas cantando y por qué. Sin embargo, es en los sueños donde realmente se manifiesta la verdad, como si la realidad fuera demasiado efímera para semejante afirmación. Esta decide aparecer en el mundo de los sueños, donde no hay límites y la mente siempre puede recurrir al olvido o a la locura.
Maldita mañana, es ahí donde la verdad se arma de valor, el sol la anima a visitar el mundo terrenal y con paso tambaleante se va asentando en nuestro cerebro, contándonos los hechos transcurridos durante la noche. Como si de un marionetista se tratase va moviendo los hilos de nuestro pensamiento y los guía a los más sombríos pasajes de nuestra mente, a nuestras más oscuros secretos, nuestras mayores vergüenzas, decepciones, lamentos, llantos... y por si no fuera poco, se regodea de nuestra incapacidad para cortar esos hilos y abandonar esa parte de nuestra conciencia. Y, paulatinamente, como una presa que disfruta de la esperanza de su presa de poder escapar, nos deja ir, pero solo por el momento, porque le gusta esperar a la noche cuando estamos indefensos y con la guardia baja para asestar de nuevo el hachazo.
Maldita noche.
Pero, yo creo que no, creo que se mezcla todo, que deciden aparecer a la vez y a la misma hora, como dos amantes que se piensan. Primer rueda en la mente como una melodía que tarareas, pero no ubicas, siempre sonando, pero sin ser nombrada. Después eres más consciente de ella, te percatas de lo que estas cantando y por qué. Sin embargo, es en los sueños donde realmente se manifiesta la verdad, como si la realidad fuera demasiado efímera para semejante afirmación. Esta decide aparecer en el mundo de los sueños, donde no hay límites y la mente siempre puede recurrir al olvido o a la locura.
Maldita mañana, es ahí donde la verdad se arma de valor, el sol la anima a visitar el mundo terrenal y con paso tambaleante se va asentando en nuestro cerebro, contándonos los hechos transcurridos durante la noche. Como si de un marionetista se tratase va moviendo los hilos de nuestro pensamiento y los guía a los más sombríos pasajes de nuestra mente, a nuestras más oscuros secretos, nuestras mayores vergüenzas, decepciones, lamentos, llantos... y por si no fuera poco, se regodea de nuestra incapacidad para cortar esos hilos y abandonar esa parte de nuestra conciencia. Y, paulatinamente, como una presa que disfruta de la esperanza de su presa de poder escapar, nos deja ir, pero solo por el momento, porque le gusta esperar a la noche cuando estamos indefensos y con la guardia baja para asestar de nuevo el hachazo.
Maldita noche.
No hay comentarios:
Publicar un comentario